Patologías habituales en estructuras de hormigón

Por el Ing. E. Becker, Gerente de Desarrollo y Servicios Técnicos de LOMA NEGRA

Si bien, por definición, el término patología se aplica estrictamente a la medicina y está relacionado básicamente a las enfermedades y los síntomas asociados, los profesionales ligados a la construcción, tal vez con algo de arrogancia, también hablamos de “patologías” en las construcciones cuando las mismas presentan algunos problemas a las que tratamos como “enfermedades” que primero deben ser diagnosticadas para luego proponer tratamientos que le devuelvan la “salud”. Si bien esto puede asociarse a cualquier rubro de la construcción y existe extensa bibliografía al respecto, en particular, me gustaría hablar de algunos problemas frecuentes en la construcción asociados al hormigón como material.



Fuente: Concrete Society – “Non-structural Cracks in Concrete”, Third edition (1992)

Como mencioné en alguna oportunidad, algunos colegas comentan alegremente que “el hormigón es noble” y bajo ese paraguas admiten una serie de maltratos al material en obra que, luego, repercute en problemas en las estructuras que, a la corta o a la larga, la paga el comitente. Lamentablemente, algunas de las potenciales manifestaciones que puede presentar una estructura “en problemas” no se observan al momento de la recepción de obra ya sea porque realmente no están en ese momento o, lo que es peor, no se las considera “un problema” porque dicen que “todas las estructuras muestran ese defecto y no pasa nada…”.

Sin embargo, muchos de los defectos habituales, a la larga repercuten la vida útil de la estructura o, en el mejor de los casos, sobre los costos de mantenimiento necesarios para cumplir con el nivel de servicio esperado durante la vida útil proyectada. Generalmente, una estructura de hormigón armado o pretensado bien diseñada, construida según las reglas del arte y utilizada adecuádamente debería mantener buenos niveles de servicio durante 50 años con mínimo mantenimiento o, a los sumo, tener gastos asociados a modificaciones por cambios parciales de uso.

En cambio, la experiencia nos muestra que, por diversas causas, una porción nada despreciable de las estructuras necesitan intervenciones de diversa magnitud luego de 2 a 3 décadas, es decir, promediando la vida útil proyectada. Analizando las mismas, aproximadamente las ¾ partes de los problemas de “durabilidad” de las estructuras se podrían haber evitado si la construcción hubiese respondido a las expectativas del comitente, es decir, cumpliendo los requerimientos del proyecto y las “reglas del arte”. Simplemente eso, nada más y nada menos… ¿Será pedir mucho?

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