Por Roberto Frangella, el arquitecto descalzo
Como hemos reconocido todos, estos tiempos de Pandemia han visibilizado y hecho tomar conciencia de la precariedad y las carencias habitacionales del suburbio. Pensando con esperanzas y enormes deseos que esta dura realidad cambie, aparecen en el horizonte proyectos de reactivación y justicia social. Deseamos con ansias la concreción de programas que favorezcan a los pobladores más desprotegidos. Planes estatales de todo tipo, dirigidos a solucionar o al menos a mejorar mucho esta realidad. Programas de mejoramientos de viviendas, programas de mejoramiento de villas, líneas de créditos blandas, programas habitacionales nuevos, programas de autoconstrucción y toda clase de herramientas tendientes a este fin.
Por ello me atrevo a sugerir algunas estrategias que nos permitan a los arquitectos (y pienso mucho en la salida laboral de los jóvenes) ser eficientes y poder ser útiles a nuestros hermanos más desprotegidos. En general, no estamos preparados para actuar en el suburbio (sí en los barrios cerrados). Hemos sido orientados con nuestro saber a servir a las clases con recursos y esto es consecuencia de cómo está estructurada la sociedad. Es necesario acercarnos al suburbio con sentimientos de solidaridad y de enorme respeto a sus habitantes. Estar convencidos que todos somos iguales y que todos necesitamos las mismas oportunidades. Esta actitud nos permitirá escuchar al poblador y trabajar en sintonía con él y para él. También en estas encomiendas profesionales generalmente se trabaja en equipo con otras disciplinas, especialmente con el área social. Nuestra gente viene de provincias y de países limítrofes. Su cultura no es la europea de Buenos Aires, pero es tan rica y válida como cualquiera. Aprender de ellos, valorar sus oficios y escuchar sus opiniones. Nuestra participación no será de lucimiento propio, sino de un servicio con lo mejor de nuestros saberes. El arquitecto no es el personaje omnipotente, sino aquel que sabe aportar lo suyo en el momento necesario. Por lo mismo tiene su saber que nadie reemplazará, pero que debe estar en el concierto de un objetivo mayor. Es decir, ser aporte de la construcción de una sociedad justa y fraterna. Ser parte del proyecto de plenitud que merece la vida en la Tierra.