Por Roberto Frangella, el arquitecto descalzo
Esta apabullante Pandemia ha logrado dar vuelta todo y el encierro obligado, prolongado entre realidad y noticias, hace crecer la angustia y para mí lo que más me conmueve es haber visibilizado tanta pobreza y carencias del hábitat en los barrios conurbanos. No es novedad su existencia, ni sus características, ni sus condiciones de vida. Solamente que era así y dolían en la medida que uno quería acercarse. Hoy en día estamos sintiendo como en carne propia la injusta situación y la falta de posibilidades para cuidarse del virus. En Capital, la clase media, en general disponemos de vivienda abrigada, servicios, entretenimientos online y muchos recursos para mantener el ánimo. Fundamentalmente alguna reserva económica o alguna ocupación permitida que nos permite resistir. El conurbano, el transconurbano y más allá aun, la realidad habitacional es de muchas carencias. Carencias que inciden en preservarse del
virus.

La situación empeora donde conviven numerosamente en una habitación o dos. ¿Cómo cumplir el distanciamiento estando hacinados? No siempre hay agua o si la hay puede ser una bomba manual, propia o vecina, ¿Cómo higienizar las manos y los alimentos? Llega el frío a una casilla sin calefacción, con un brasero a carbón o se produce la falta regular de una alimentación saludable. Todo el conurbano vive y trabaja diariamente su jornal, pero no hay resto, ni reservas de una ganancia extraordinaria, pues nunca hubo una ganancia extraordinaria. Por eso muchísmos se alimentan de comedores sociales. Hay que salir de noche con el taper para buscar la polenta de tus hijos. Tampoco se puede decir que estén vestidos con abrigo suficiente y que haya algún aspecto de su existencia que se pueda decir “esto es abundancia”. Sí se puede decir que nada en lo material, pero mucho en los valores. Les abunda la paciencia, la perseverancia, el esfuerzo, la dignidad de seres humanos.
Hay que levantarse a las cuatro de la mañana en el fondo del conurbano para salir caminando de tu casita y presentarte a las seis de la mañana en tu puesto de trabajo en capital. Aquellos que estamos en el encierro cuidado, ¿seguiremos haciendo como que todo está bien? O por el contrario usaremos el silencio de los días para solidarizarnos completamente con los hermanos silenciados. Creo que esta pandemia nos tiene que abrir los ojos y cuando pase nos aboquemos a construir la igualdad de condiciones. Y para esto debemos buscar una estructura social que sea justa e inclusiva para todos. No retornemos nuevamente a una estructura social que tiene grandes diferencias en sus partes.
Unos con mucho y otros con poco y los que tienen poco son muchos. Se habla de un 40% y mucho más. Hemos abierto los ojos, no los volvamos a cerrar. Yo sostengo que es muy distinto haber nacido en un hogar abrigado por la familia que haber nacido en un sitio desamparado, sin horizontes para alcanzar.