El aula en la escuela transformada

Por el Arq. Carlos Caram (UBA) / Para Gestión Educativa

ccaram_arq@fibertel.com.ar / www.gestioneducativa.ar

El aula es en el sistema educativo tradicional la unidad mínima de la segmentación espacial y curricular. Gruesas paredes, una puerta cerrada y ventanas altas para no distraerse con el exterior. El espacio sagrado inmerso en el gran espacio profano. Cuarenta y nueve metros cuadrados aislados del resto para concretar la transposición didáctica y, a modo de templo, distribuir los saberes dogmáticos en la voz firme y segura del maestro.

El desafío es la transformación de los sistemas educativos. Desde la lógica  de la escuela tradicional, es decir desde una mirada positivista de la ciencia experimental que concebía al mundo como estático, lineal y comprendido –un mundo simple- hacia una lógica del conocimiento sistémico que concibe al mundo como dinámico, cambiante, incierto, un mundo complejo.

Esta transformación se puede iniciar desde el aula, revisando las prácticas educativas, reconfigurando “la gramática escolar”, interviniendo en la configuración espacial, en la organización curricular por niveles y disciplinas, en el uso del tiempo, en la conformación de los grupos de trabajo y en las tareas.

No se trata de que el aula desaparezca sino de que se replantee su ubicación y sus roles en la escuela y en el sistema, así como que se permita reconfigurar sus límites, sus vinculaciones, sus mobiliarios y sus enlaces. Se trata de pasar del concepto de aula como eslabón en la crujía que construye una cadena al aula como nodo que conforma una gran red.

Imagen de aula moderna para portada
© Aula creada por Rosan Bosch

El aula es un espacio físico y como tal tiene un interior, una piel envolvente y un sistema de vinculaciones con el exterior. En el nuevo paradigma de la complejidad la piel de las aulas es más permeable, flexible y transparente; permite la transformación de un espacio estanco donde permanecer y escuchar hacia un espacio globalizador donde moverse, hacer y actuar. El aula es también el espacio exterior que la rodea y el diseño de las vinculaciones genera espacios lo más flexibles posibles de manera de ampliar, reducir, incluir, excluir, dividir o integrar según las necesidades de las tareas que se conciben como proyectos colaborativos en diferentes escalas.

El equipamiento del aula es diverso, liviano y móvil. Las pequeñas mesas individuales son reemplazadas por grandes tablones para trabajar en equipo y desplegar materiales de diversos tamaños. Las sillas son agrupables,  generan la mayor cantidad de configuraciones espaciales posibles; se juntan o se separan según las necesidades curriculares y de aprendizaje: un rincón de lectura grupal con mucha luz natural, un pequeño laboratorio de ciencias, un sector de taller para pintar, modelar, construir, una extensa superficie vertical para enchinchar y exponer los proyectos así como para dibujar las propuestas para que sean vistas por todos, un sector multimedia con conexión a Internet, una impresora, un lugar de guardado y de archivo, un sector de los recuerdos para poder comparar los niveles iniciales de aprendizaje y estantes donde cada alumno traiga objetos personales significativos que fomenten la apropiación del espacio por todos.

© Escuela y centro recreativo Elven de Atelier 56S. Jeremías González

El aula no sólo es el espacio interior sino que también es la envolvente y el espacio descubierto y/o semicubierto que la rodea; por lo tanto se piensan estrategias de apropiación y usos de esos espacios como espacios de aprendizaje y no como circulación o expansión. La galería, el patio, el jardín, el balcón son espacios que confluyen al sistema de redes del aula.

Los espacios globalizadores de las escuelas son, en general, grandes espacios de uso flexible que están la mayor parte del tiempo ociosos y en silencio. Se debería aprovechar al máximo esas grandes superficies –que solo son usadas en los actos escolares o en los recreos- para realizar actividades que demanden un gran despliegue espacial o bien generar rincones para que los estudiantes se acomoden para desarrollar tareas individuales y de mucha concentración como la lectura; o realizar asambleas para tomar las decisiones importantes de la escuela, o jugar, o bailar, o expresarse a través del cuerpo, o cantar, u organizar un coro, o realizar un proyecto colaborativo a escala institucional, o invitar a vecinos o personalidades significativas y referentes para conversar con la comunidad escolar. El patio es, por lo tanto, el espacio más vinculante y colaborativo del edificio y cada momento en el que está ocioso es un indicio de una pérdida de momentos de aprendizaje, de armar el acontecimiento, es un currículum vacío.

© Reforma del Liceo Europa de Zaragoza. Foto Kim Wendt. Rosan Bosch Studio

Las aulas están provistas de todo tipo de instalaciones que hagan más confortable, seguro y flexible el espacio: instalaciones eléctricas, de baja tensión, de agua fría y caliente, de gas o bien el uso de alguna energía alternativa como la solar o la eólica según los entornos.

Esta transformación espacial requiere voluntad, riesgo y creatividad para poder optimizar al máximo los recursos que poseen las escuelas. Observar los espacios que nunca se usan y modificarlos para extender al máximo el territorio donde se desarrolle la creatividad,  la experimentación y el aprendizaje. Incluso la calle, la  plaza cercana, y el barrio se piensan como nodos en el sistema del aula.

El aula es un nodo flexible y cambiante de una gran red. Esto implica que se debe desarrollar al máximo la conectividad, las relaciones, el intercambio y la interacción con otros entornos cercanos y/o formales: otras aulas, otros grupos, otras escuelas; así como con entornos lejanos y/ o no formales: clubes, asociaciones, ONG, grupos de artistas, de vecinos.

 El aula es un gran y potente escenario para el cambio curricular. Mediante la auto-organización incluso en la baja complejidad se pueden potencializar los espacios, los tiempos y las prácticas escolares.

El aprendizaje en colaboración, en cooperación por proyectos de manera inter o transdisciplinar implica un nuevo rol de los docentes, más allá de las modificaciones espaciales y curriculares. Los docentes, aparte de ser facilitadores y mediadores, se convierten en expertos en detectar oportunidades de aprendizaje dentro y fuera del aula e incluso de la escuela.  El aprendizaje del entorno más próximo y accesible, de la circunstancia, contribuye a descubrir valiosos emergentes que promuevan un aprendizaje significativo, profundo y duradero.

La transformación de los sistemas educativos, de las escuelas, de las aulas, se deben pensar a largo plazo y deben evaluarse estratégicamente para permitir las acciones innovadoras necesarias. Para que estos cambios tengan un alto grado de validez simbólica deben contar con el acuerdo de todos los agentes del escenario educativo. Animar a proponer nuevas configuraciones, no mirar al pasado de una manera ideal y nostálgica, convivir en el disenso y saber negociar es un buen punto de partida para que la adaptación de la escuela a la sociedad del conocimiento del siglo XXI comience y se profundice para dotar de sentido a la práctica educativa.

Carlos Caram. Arquitecto (UBA). Profesor universitario (UMSA). Especialista en Educación (UDESA). Maestrando de la Maestría en Educación (UDESA). Actualmente es el coordinador de Innovación y Calidad Pedagógica de la Facultad de Diseño y Comunicación de la Universidad de Palermo.

Es profesor de Introducción al Lenguaje Visual, Pedagogía del Diseño e Introducción a las Estrategias de la Enseñanza.

Se desempeñó como profesor de los niveles secundario, terciario y universitario. Fue Regente de Estudios de la Unidad Académica Dante Alighieri de Campana.

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