Por Roberto Frangella (el arquitecto descalzo)
El suburbio. Ese territorio de afuera. Cuando en 1580 Don Juan de Garay fundó la ciudad de Buenos Aires, repartió las tierras entre su gente. A los de mando, sus pares, les dio las tierras vecinas al centro y a la soldadesca las más alejadas, las de afuera. Así nació el suburbio que hoy en día es sitio de la gente que emigra a la Capital buscando un futuro mejor para sus hijos, mientras que la egoísta Buenos Aires no los acepta dentro, sino del otro lado del confort.
Muchos latinoamericanos vecinos tampoco traspasan las puertas del confort y la modernidad. Los habitantes del suburbio solo pueden entrar como obreros albañiles o empleadas domésticas, para regresar cada noche a su sitio de pertenencia. Pero este suburbio que se las arregla como puede para sobrevivir, tiene una vida muy rica de gente trabajadora, luchadora con una visión humana de los valores que le dan sentido a la existencia. Ellos están en contacto con la naturaleza vitalizadora y cada noche cuando regresan del largo viaje, al caminar bajo el cielo estrellado no pierden su dimensión de criaturas. La lucha por el pan del día a día en condiciones adversas los ayuda a ser mas fraternos y se ayudan a autoconstruir sus viviendas o a educar a sus hijos. A la hora de la mesa, nunca falta un plato para quien se acerca y nunca faltan unos abuelos para acoger o criar nietos ajenos. Son generosos en valores solidarios. Esta sección de notas que comenzamos, nos traerá historias de hombres y mujeres valientes y de heroicas gestiones para construir entre todos su hábitat. La intención detrás de estos relatos es hacer justicia, construyendo un consenso de igualdad urbana y social. Adentro o afuera, nunca más.