Por el Arquitecto y artista plástico Roberto Frangella
La construcción de la » arquitectura formal» siempre está bajo el pensamiento y la conducción de profesionales universitarios que programan y realizan la dirección de las obras. Los albañiles que son la mano de obra, quienes llevan adelante la ejecución de los planos, no tienen opinión, ni decisión en lo que a creatividad respecta. Sin embargo, con la fuerza y el empuje de la vida, éstos mismos albañiles se autoconstruyen sus viviendas aprovechando lo que hacen cada día de la semana en las obras de la ciudad.
En general todos los suburbios están autoconstruidos por sus pobladores y esto no es un mérito menor, ya que si consideramos que al escaso sueldo se le restan materiales de construcción y al escaso tiempo se le restan los fines de semana para levantar sus propias paredes, deberíamos sacarnos el sombrero por hombres y profesionales de la construcción como éstos.
Este proceso también se ha dado en las villas capitalinas, donde ante el temor de algunos, no se han producido derrumbes ni accidentes. He recorrido los pasillos de la Villa Rodrigo Bueno, vecina a la reserva Ecológica y es una trama edilicia abigarrada con una propuesta de casa colectiva unitaria, donde se van adosando unas a otras las unidades. Esto produce un resultado formal alucinante, con volúmenes en voladizo, balcones, planos fuera de alineaciones, entrantes y salientes, patiecitos con escaleras, rellanos, desniveles, etc.
Sin dudas, algo de una hermosura que ni planificada se hubiera obtenido así. De allí que aquí recibimos una lección desde los más humildes, los que no han hecho la facultad. Lo triste de esta primera impresión es que allí faltan muchas conquistas de la sociedad actual, como los servicios, los espacios comunes y los medios de escape. Pero especialmente el escape a la pobreza que no permite un disfrute más digno a este grupo humano de pobladores.
Esta villa al pie de las grandes torres de Puerto Madero es una alerta a la injusticia que producimos como sociedad. La imagen que ofrece es la misma imagen medieval del castillo feudal con el campesinado pobre a sus pies, pero esta vez en 2018 y en una patria democrática.